Algo de Memoria Histórica…


Han pasado recientemente unos hechos en España que me voy a tomar la libertad de comentar ligeramente pues éstos, más la observación de imágenes y comentarios al respecto a los que he tenido alcance en prensa y televisión, me han hecho recordar mi infancia y aquellas ideas que desde la inocencia de un pequeño ser, ajeno a las historias que escuchaba, surgían en mis silencios…

Todo viene a propósito de la reciente exhumación de los restos del general falangista de la Guerra Civil, Queipo de Llano, su mujer y el auditor militar Francisco Bohórquez, de la basílica sevillana de la Esperanza Macarena la noche del pasado 2 de noviembre, como consecuencia de la reciente Ley de Memoria Democrática promulgada por el actual Estado Español. General responsable de las acciones militares que tuvieron lugar en mi tierra, Andalucía, durante la Guerra Civil española y de la posterior gestión de la represión de los vencidos durante la postguerra.

Frente a las manifestaciones que he podido ver y escuchar en estos días, me gustaría contarles una historia. La misma que escuché en mi infancia, durante las frías noches de otoño, comiendo castañas y con una televisión en blanco y negro que a menudo no funcionaba…

Hace ya muchos, muchos años que mi abuela materna, Guadalupe, en su juventud, fue repudiada por su madre, mi bisabuela Pilar. Nacidas las dos en el pequeño pueblo serrano de Huelma situado en la provincia de Jaén, en el sur de España. Por aquellos tiempos, Pilar era una mujer muy respetada en toda la comarca de la Sierra Mágina porque mi bisabuela era popularmente conocida por ser Pilar “la partera” (lo que hoy día se conoce como enfermera matrona) de toda esa agreste e inaccesible región montañosa, desde principios del pasado siglo XX. Época en que la presencia de médicos u otros sistemas de salud, eran prácticamente inexistentes mas allá de las grandes ciudades, y desde muy antiguo, los habitantes manejaban los nacimientos de sus hijos de la manera tradicional que se había hecho desde tiempos inmemoriales. Así, mi bisabuela era avisada y en una mula, la llevaban a la casa donde se iba a producir el próximo feliz acontecimiento. Prácticamente, todas las personas en los pueblos de esta comarca nacidas en el primer tercio de ese siglo pasaron por sus habilidosas manos y le deben, cuanto menos, su venida a este mundo.

El motivo del repudio fue porque mi abuela Guadalupe, enamorada apasionadamente de mi abuelo José María Vicente, alias “el bigotes”, y en contra de la opinión de sus padres, tomó la osadía de rebelarse y fugarse con él, de manera que junto a mi abuelo, se hicieron pareja sin sacerdote al que dar cuenta ni pedir permiso. Y fugados, recorrieron varios años sus vidas por aquellas tierras hasta la construcción de su propia casa, hecha por ellos mismos y al margen de toda ayuda familiar, en el cercano pueblo de Cambil… Tras estos años nació justamente mi madre y al poco vinieron los tiempos de la Guerra Civil Española. Tiempos que fueron pasando por encima de la hostilidad de su madre Pilar, que vio disolverse su personal sueño de que su hija pasase a instruirse como partera para seguir su propia estela de prestigio social.

Como apunte, en esta parte de la historia destaco algo que pocos hoy día saben. Jaén, mi ciudad natal, tras producirse el Levantamiento Nacional, fue la primera de España en adherirse a la República (mediante telegrama fechado el 18 de julio del Gobernador Rius) y también la primera en entregar armas al pueblo para defenderla. De igual manera, fue de las últimas provincias en caer (cayó el 29 de marzo y el fin de la guerra se proclamó el 1 de abril de 1.939). Esto, queridos lectores, es historia.

Con estos acontecimientos, amantes de la libertad y contrarios a las antiguas tradiciones de la vieja y analfabeta España, mis abuelos estaban convencidos del bando por quien debían tomar parte. Y sin pensárselo mucho, mi abuelo Pepe “el bigotes” salió de aquellas aisladas montañas para unirse a la lucha en defensa de la república española y se dirigió a la capital, Jaén, mientras mi abuela “Upe” quedó en el pequeño pueblo montañés de Cambil cuidando de mi madre y de su pequeña hermana menor, mi tía Pilar.

Una vez en Jaén, Pepe caminó por las mismas calles que el poeta Miguel Hernández y mi entonces niño de 9 años, pero mi futuro padre, Pablo (llamado así en honor al fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias), y participó en las escaramuzas que esporádicamente surgieron en el frente más occidental de la carretera de Córdoba pues al haber hecho la mili en África, tenía sobrada experiencia militar.

Fueron meses convulsos los de la segunda mitad del 36. Los alzamientos y contra-alzamientos fueron surgiendo rápidamente a lo largo de toda la península impregnados de una extrema violencia. Pero tras el acceso de las principales tropas rebeldes al norte del país a través de Extremadura, Andalucía pasó a ser un frente secundario y poco activo. A parte del cerco republicano al santuario de la Virgen de la Cabeza en la sierra de Andújar donde se atrincheraron Guardias Civiles afines al levantamiento, solo se produjeron esporádicas escaramuzas en el frente andaluz con la excepción de la conocida como la “Campaña del Aceite”.  Ofensiva orquestada por el recientemente exhumado general Queipo de Llano.

Aunque hubo numerosos sucesos trágicamente devastadores, entre los que me gustaría nombrar la toma de Málaga por los sublevados (cuya “Carretera de la Muerte” fue recorrida bajo las bombas por mi tío Luis, siendo un niño huérfano y absolutamente en solitario, pero eso es otra historia…), de todas las acciones bélicas que se produjeron en Andalucía, la que más marcó a Pepe “el bigotes”, fue la Batalla de Lopera. En esta sacó unas conclusiones que le acompañarían el resto de su vida. Y como también forma parte de una pequeña “memoria histórica”, creo apropiado relatar aquí brevemente…

En el sur, la principal acción militar como ya comenté, fue llamada “la Campaña del Aceite”. El general sublevado Queipo de Llano, tras hacerse con la provincia de Sevilla, organizó una Columna al mando del comandante Redondo con la intención de tomar las provincias agrícolas de Córdoba y Jaén para acceder a las buenas cosechas que tuvieron ese año. Y la República se dispuso a contrarrestar esta ofensiva enviando a la recientemente creada XIV Brigada Internacional.

A finales del año 1936, los rebeldes habían superado Córdoba y el frente estaba entre los olivares de los límites de ambas provincias. El primer enfrentamiento se produjo en las cercanías del pueblo de Villa del Río, junto al río Guadalquivir, y supuso una absoluta derrota del bando republicano. De los aproximadamente 600 brigadistas que atacaron a la Columna Redondo en Villa del Río, regresaron a Andújar con vida 160.

La Brigada Internacional llamada “La Marsellesa” (aunque según mi abuelo, había muchos británicos e irlandeses), llegó a Andújar el día de Navidad del 36, y justo ese día sufrieron el desastre de Villa del Río. Mandada por el General Walter, y casi sin descansar, los batallones 10º, 12º y 13º fueron enviados al frente de Lopera, población vecina situada más al sur (pues fue el 9º el que se quedó diezmado en Villa del Río). Y mi abuelo, Pepe “el bigotes”, se integró en la agrupación como guía local en el 12º.


Este 12º batallón estaba comandado entre otros, por el poeta británico Ralph Fox y contaba entre sus filas con otro poeta inglés, John Cornford, biznieto del famoso naturalista Darwin. Frente a ellos, al otro lado de la línea, se encontraban los requetés andaluces y la caballería de regulares de Ceuta.


En la batalla de Lopera, el enfrentamiento entre ambos contendientes fue brutal y las bajas muy numerosas por ambos bandos. Ralph Fox murió el 28 de diciembre al ofrecerse voluntario para llevar campo a través la orden de cambiar una ametralladora pesada de posición en primera línea y John Cornford murió un día después intentando recuperar el cadáver de su amigo Ralph. Mi abuelo estuvo allí, y a muchos brigadistas, los vio luchar… y morir…

Finalmente, tantas muertes sirvieron para estancar el frente durante los tres años siguientes. Y lo que para mi abuelo supuso un éxito, pues se había frenado el avance de los falangistas, para las autoridades republicanas no lo fue en absoluto. Tal estado de frustración casi infantil, provocó la búsqueda de un chivo expiatorio, y tras un rápido y teatralizado juicio, el comisario político comunista del batallón denunció al comandante Gastón Delasalle, que no era comunista, y André Marty, comandante en jefe de las brigadas, lo acusó de espionaje. Gastón fue sentenciado y fusilado el 2 de enero del 37.

Tras la experiencia vivida, a Pepe “el bigotes” se le removieron sus utópicos ideales de tal manera que ya nunca volvió a ser el que era, y las dudas críticas surgieron súbitamente en su mente. Como balance total, alrededor de 800 brigadistas muertos y 500 desertores… Y esto, también es historia.

Pasados unos meses de estos sucesos, la gota que le colmó el vaso fue ver cómo, tras el bombardeo de aviones nacionales de la ciudad de Jaén el 1 de abril del 37, en represalia, sus compañeros sacaron a 160 presos de la ciudad y sin juicio previo ni remordimiento, fueron fusilados el 7 de abril en el cercano pueblo de Mancha Real.

Como inconfesable conclusión, mi abuelo comprendió que, como dice la canción de Jorge Drexler, “la guerra es muy mala escuela” (mas incluso en las civiles, diría yo) y que en ella siempre y en ambos bandos, habrá “héroes” y “verdugos”, o dicho con otras palabras, “buena gente” y “canallas malnacidos”, y en cuanto tuvo oportunidad, tomó la determinación de largarse de allí, para no participar mas con ninguno de los dos contendientes. Así, un buen día que tomó como propicio, se escabulló y tiró de vuelta para los montes de Sierra Mágina. 

A partir de entonces y tras el emotivo reencuentro con mi abuela y sus hijas, ambos se hicieron contrabandistas (estraperlistas los llamaban los del nuevo régimen franquista) por toda la sierra y estuvieron traficando, entre otras cosas, con aceite de oliva principalmente, hasta bien pasada la guerra, momento en que hicieron las paces con mi bisabuela Pilar y se casaron por la iglesia (aún hoy con 92 años, mi madre recuerda como asistió a la boda de sus propios padres).

Esta historia, nunca contada en público, y sus enseñanzas, forman parte del bagaje que nutre los valores mi familia. Así ha sido y será como lo es en tantas otras familias…

Pero volviendo al suceso reciente de la exhumación del general que movió los hilos de estos hechos narrados que repercutieron en la vida de tantas personas, incluido a algunos miembros de mi familia, observo “Los Titulares periodísticos” y las declaraciones políticas que lo comentan. Y veo como a partir de un hecho de justicia, pues es contradictorio que un asesino de masas repose en un templo religioso, en los análisis se exponen en mas medida rencorosos sentimientos de venganza o abstractas manifestaciones de alguna especie de victoria tardía, lo cual me decepciona hasta el punto de teclear estas letras.

Porque la memoria que no es imparcial no puede llamarse democrática, y es absolutamente pernicioso recordar un desgraciado periodo de la historia de España, como una guerra de buenos y malos, e ignorar a una mitad de las victimas que sufrieron este conflicto vergonzoso.

¿Acaso alguien ha comentado siquiera de pasada, que ese mismo templo de la Macarena de las noticias fue saqueado y prendido en fuego por turbas de personas afines a la república? No me consta. De hecho, no suelo ver declaraciones donde se rememoren victimas y se señalen verdugos sin diferenciar el bando al que pertenecían. Y claro, ¿con esta memoria tan selectiva y parcial, se puede aportar la madurez que debería predominar en los descendientes de una guerra que no debería haberse producido jamás?

Por ejemplo, ¿por qué a día de hoy no es “políticamente correcto” reconocer que la 2ª Republica fue un absoluto caos? ¿Si esto es tan verdad como decir que el posterior régimen franquista fue una aberrante dictadura falangista? 

Victimas y asesinos hubo en los dos bandos, ¿no es cierto? Pues muchos parecen olvidarlo. Y lo mas justo, en honor a esos requetés andaluces y brigadistas internacionales que se batieron el cobre, sería recordar la historia completa, con todos sus matices e imparcialidad. Pues al final de todo, ni los requetés consiguieron la monarquía por la que luchaban ni los brigadistas una república socialista, y muchos de ellos dejaron su sangre y vidas entre los olivares olvidados de mi querida tierra de Jaén absolutamente para nada.

Podría concluir que indeseable utopía es aquella que se pretende construir con pilares forjados “a sangre y fuego”. Y mucho menos si pretendemos calificarla de democrática. Por esto considero que, si queremos aspirar a sociedades maduras y saludables, los que aún tengamos una memoria imparcial y por tanto, libre de intoxicados lastres, debemos levantar la voz (o la tecla) para denunciar aquellos actos de injusticia entre los que se incluyen malintencionados ejercicios de “mala memoria” democrática.

Yo, mientras esa sociedad llega, me haría contrabandista por los montes…

Peter O.




4 comentarios en “Algo de Memoria Histórica…

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.